La colección de rosas de un paisajista

No es un jardín de rosas, es un jardín donde una extraordinaria colección de rosales arbustivos mezcla sus magníficas flores y perfumes con aromáticas de follaje gris y espigas azules, lirios, azucenas blancas, aterciopelados stachys… Borduras mixtas en el campo verato, en Cáceres, acordes con un entorno tan bello como agreste. Y sin embargo, la colección de rosales que el paisajista Jesús Moraime ha reunido aquí a lo largo de 14 años no puede ser más exquisita: rosas antiguas, muchas históricas, nuevas rosas inglesas, todas olorosas, en una sinfonía cromática de blancos, rosados y púrpuras.

Las rosas son las grandes protagonistas del jardín delantero de la casa principal de esta finca de La Vera, Cáceres. En primer plano, una florida rosa ‘Escapade’*, con ‘Evelyn’ asomando por la izquierda. Fotos: Moraime Jardinería y Paisaje

Las plantaciones mixtas con rosas ocupan siete de los nueve cuarteles del jardín que da la bienvenida a la casa principal de San Julián del Naval, la finca agrícola que el paisajista Jesús Moraime compró hace 17 años cerca de Villanueva de la Vera, en Cáceres. Perfumadas rosas antiguas —gálicas, damascenas, centifolias, rugosas, bourbon—, nuevas rosas inglesas, alguna floribunda como la ‘Escapade’* y una polyantha como la ‘Ballerina’*, cada una de ellas única en la forma de la flor y el color, y sin embargo en sintonía con el entorno de campo y las vivaces y arbustos mediterráneos que les hacen compañía.

“Me gusta que los rosales ofrezcan interés todo el año, frutos tras la floración, y combinen bien con las herbáceas perennes”, dice el paisajista.

“Me gusta que los rosales ofrezcan interés todo el año, frutos tras la floración, y combinen bien con las herbáceas perennes”, dice el paisajista.

“Me gusta que los rosales ofrezcan interés todo el año, frutos tras la floración, y combinen bien con las herbáceas perennes”, dice el paisajista.

Este jardín pleno de sensualidad no solo expresa el gusto personal de su dueño sino también su gran conocimiento de la historia de los jardines. Lo diseñó hace 14 años en íntima unión con la casa, en origen un cuarto de aperos que hoy recuerda un encantador pabellón de jardín. El salón se abre a una alberca alimentada por un manantial, una suerte de impluvium romano precedido por un parterre de aladiernos (Rhamnus alaternus). Los otros siete cuarteles de este trazado en forma de parrilla, “típico de finales del Gótico”, lo ocupan las borduras mixtas, separadas por caminos cubiertos con gravilla de mármol. Castaños y robles melojos arropan la casa y el jardín y dan cobijo a los pájaros, cuya afición por los pulgones ha resultado clave en una forma de cultivar libre de fitosanitarios.

“No solían gustarme los rosales”, admite. “Los veía poco naturales, feos. Me los descubrió el paisajista Javier Álvarez de Eulate. Luego leí Classic Roses, de Peter Beales...”. Hoy, su colección personal, solo de arbustivos y algún trepador, es la expresión de una pasión que crece con nuevas incorporaciones. Los que se ven en estas páginas son solo algunos.

Una armonía cromática

“Me gusta que los rosales ofrezcan interés todo el año, frutos tras la floración, y combinen bien con las herbáceas perennes”, dice. Una mezcla en la que resuena el eco de dos jardines ingleses de rosas que Moraime conoce muy bien: Mottisfont Abbey y el Jardín Blanco de Sissinghurst, aunque reinterpretada en clave personal y fiel al clima y a la tierra veratos.

“Mis rosas son blancas, rosadas, púrpuras, nunca rojas”, señala; “les vienen muy bien los morados, rosas y azules”. Por ello las combina con especies de follaje gris como el Stachys byzantina y el Lychnis coronaria de flores fucsias; nepetas, salvias y Perovskia atriplicifolia de espigas azules; Erysimum ‘Bowles’s Mauve’* de flores magenta; Verbena bonariensis de corimbos violetas… No falta el aromático romero, y hace poco ha incorporado el Ceratostigma willmottianum*, el plumbago chino de flores azules y roja otoñada. Los Iris germanica lilas (‘Annabel Jane’) y blancos y las virginales azucenas Lilium candidum son un guiño a los jardines medievales.

Es un jardín sostenible y de bajo mantenimiento, “muy rústico, de poca agua y poco abono”. Un riego semanal largo y profundo entre mayo y octubre, una poda anual y “solo un poquito de guanhumus” le bastan. El sustrato permanece cubierto con corteza de pino.

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Garden Merit Award

Royal Horticultural Society

Cuentan con el de la


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